martes, 3 de noviembre de 2009

"Ágora"... o uno de esos casos que tan bien nos retratan



Pues sí, ha vuelto a suceder. Creía que con el paso del tiempo, ciertas cosas podían ir cambiando, ciertas actitudes y lugares comunes en el público... pero cada vez me voy dando cuenta que no es así. Quizá nunca sea así.


Me explico. Hace algunas semanas fui a ver "Ágora", la recreación de la Alejandría del siglo V d.C., y la historia de la astrónoma Hypatia. Dirigida por Alejandro Amenábar en su primera película tras el Oscar obtenido con "Mar adentro", cuenta con el mayor presupuesto jamás otorgado a una producción española: 50 millones de euros. Y bueno, salí más que satisfecho con el resultado. Y aunque ya han pasado varias semanas, mi opinión no ha cambiado: Amenábar no sólo ha salido airoso de la complicadísima tarea que es recrear una época y un tiempo tan lejanos, de un lugar y unas gentes de las que no quedan muchos testimonios escritos. Y esa recreación de la Alejandría multicultural, donde griegos, judíos y cristianos vivían bajo la administración romana es, desde mi punto de vista, impresionante. Desde unos decorados fidedignos que parecen auténticos, desde las caracterizaciones de todos los actores, hasta todos y cada uno de los detalles que pueblan el filme, y que hacen derretirse de gusto a cualquiera que ame y entienda de Historia; la película triunfa ampliamente en muchos aspectos, incluído el musical, puesto que la banda sonora de Darío Marianelli es de lo mejor que he podido escuchar en lo que llevamos de año. No es perfecta, claro está, y tiene algunos altibajos, además de que en ciertas ocasiones quizá la mezcla de fundamentalismos religiosos, astronomía y ciencia, y recreación histórica sea un poco caótico. Pero qué demonios. El guión, base y alma de toda buena película que se precie de serlo, también sale airoso en su búsqueda de realizar una fotografía, un retrato de cuán dañinas fueron y son las visiones religiosas radicales del mundo, de cuántos muertos, libros quemados y sabiduría desterrada en nombre de Dios o de Alá. En este caso, el incipiente y aun balbuceante cristianismo que comenzaba a ser una potencia temible para todo aquel pagano que se atreviera a desafiar lo escrito en la Biblia (y lo interpretado por sus obispos). Y en este caso, las víctimas fueron dos: toda la sabiduría encerrada durante siglos y siglos en la biblioteca de Alejandría, todos los escritos sobre ciencias, filosofías, dramaturgia y demás, perdidos para siempre entre las llamas de la irracionalidad y los fanatismos espirituales. Y, por supuesto, Hypatia, precursora de tantos hombres y mujeres que, en nombre de sus conocimientos y de su sabiduría no aceptados por el obispo de Roma y sus secuaces repartidos por todo el orbe, fueron torturados y quemados a lo largo de los siglos.




























¨Ágora" es todo eso, y mucho más: es también un canto a la astronomía, a la sed de conocimientos, a la curiosidad que a muchos nos lleva a preguntarnos por el mundo que nos rodea, por nuestro pasado. A Hypatia le llevó a mirar hacia arriba y preguntarse por qué las estrellas y los planetas se movían de la manera que lo hacen. A indagar, a buscar, a investigar. Lo que normalmente no hace un hombre de fe, un religioso, que lo tiene mucho más fácil: sólo tiene un libro que le da respuestas para todo, sea la Biblia o el Corán. Y eso mismo provoca que se tenga una visión cerrada, impermeable, hermética. Y que se mire con desconfianza a quien no piense así. Y de la desconfianza, dependiendo de la persona, se puede pasar al recelo. Y del recelo...


"Ágora" ha tenido una buena acogida en taquilla, ha sido un éxito y la gente ha acudido a verla. Tuve la enorme suerte de ir a la película sabiendo quién era Hypatia y lo que hizo, lo que me permitió comprobar el buen grado de fidelidad que la película tiene hacia la historia verdadera (a pesar de las lógicas licencias artísticas que se toma Amenábar, necesarias, por otro lado, en cualquier película histórica). El quid de la cuestión, y la razón por el título de esta entrada, son las críticas de muchos.


En realidad, tampoco es que me haya sorprendido demasiado. Viviendo aquí y conociendo a la gente, debí suponer que Amenábar se iba a llevar palos por su obra. Es muy probable que no haya nacido precisamente en el mejor país para dedicarme a lo que más me gusta, que es el cine, no sólo por cómo se entiende el cine y cómo se (des)cuida el medio. Es, como en tantas otras cosas, por la forma cainita y envidiosa que tenemos de mirar lo bueno que a veces atesoramos. Alejandro Amenábar ha venido siendo el "niño prodigio" del cine español, desde que deslumbrara con su debut con "Tesis", y se confirmara con "Abre los ojos", diera su salto al cine internacional con "Los otros" y alcanzara la cima del mundo con ese Oscar por "Mar adentro". En todas ellas, el director demuestra una versatilidad casi envidiable, de moverse perfectamente entre diferentes géneros, con resultados mejores en unos que en otros, pero convenciendo siempre de ser un muy buen cineasta que conoce, ama y cuida cuantos productos realiza. Quizá esa misma versatilidad es lo que hace que muchos le miren con desconfianza, que no se decidan a otorgarle la tan envidiada etiqueta de auteur, de artista que posee un lenguaje propio y apreciado por los más prestigiosos (y casi siempre pedantes) festivales de cine. O sea, que como no te llames Almodóvar, no sepas vender muy bien tu imagen cuidadamente excéntrica y calculadamente personal de "artista moderno" y no hagas películas que, estén bien, mal o regular; sepas que van adorar una cohorte de fieles adoradores.... mal lo tienes para lograr el apoyo de tus paisanos. Es lo que le ha pasado a Amenábar.


Desde hace tiempo lo veo observando. Y la cosa se confirmó precisamente cuando ganó el Oscar. En este país, muchas veces, cuando tenemos un tesoro nacional que puede dar brillo y lustre a eso que tanto maltratamos y sobre lo que tanto nos meamos, llamado "cultura", las envidias y odios que ensalzan nuestro carácter no dudan en atacarle e intentar bajarle del pedestal. A Amenábar ya comenzaron a criticarle después de su Oscar, aunque "Mar adentro" se llevara muy buenas críticas. Con "Ágora", y 4 años después de ese Oscar, las críticas han vuelto a florecer y, de nuevo, muchas de ellas hacen vagas alusiones a su estilo y al propio análisis de la película (que es lo que importa), para pasar a atacar directamente al director, acusándole de "pretencioso", "fallido", "limitado" y doce mil cosas más. Y no solamente por críticos especializados (sí, esa rara especie que se recrea en su florido lenguaje y que está encantada de conocerse a sí misma), sino por cinéfilos y gente normal. Aunque también, todo sea dicho, existe un sector de gente que habla favorablemente del filme. Como muestra, permitidme pasaros una de esas críticas "especializadas", para que degustéis vosotros mismos las esencias del "saber cinematográfico":

http://www.miradas.net/2009/10/actualidad/agora.html




Que nuestro cine es deficitario y anquilosado, creo que pocos lo discuten. Hace mucho tiempo que no hay valentía, que no hay una verdadera revolución para cambiar las cosas, los complejos que nos atenazan desde hace ya demasiado tiempo. De vez en cuando hay chispazos, pero que no tienen continuidad (como "Alatriste" hace 3 años, o grandes productos de género como "Ágora" o "Celda 211" este año), en parte por las dichosas subvenciones, en parte porque el Ministerio de In-Cultura no sabe y no contesta (con la infalible Ángeles González-Sinde al frente), y está a otras cosas más importantes. Así, los que queremos hacer cine estamos considerando seriamente el dedicarnos a ser estrellas del fúrbol o irnos a hacer películas a Zambia, donde seguro que tendremos más oportunidades.

Es tremendamente injusto lo que está pasando en este país. ¿Alguien podía imaginar alguna vez que una película histórica como "Ágora", que recrea al milímetro la Alejandría de los siglos IV y V, que no desdeña la espectacularidad hollywoodiense a la vez que medita y reflexiona acerca de la ciencia y de la religión, y cómo los fanatismos no son exclusivos del siglo XXI... pudiera ser dirigida por un director español y realizada con capital español?. ¿Tuvo continuidad en forma de más películas históricas, aquella espléndida (en mi opinión, claro) adaptación de las novelas de Pérez-Reverte, que fue "Alatriste"?. En ambos casos, la respuesta es negativa, y en ambos casos, muchas críticas que no tenían nada que ver con aspectos puramente cinematográficos mucho tuvieron que ver. Pero no os preocupéis. Nuestro cine, nuestra ¿"industria"?, continuará apostando a mansalva por más dramas sociales, más comedias juveniles de encefalograma plano y humor escatológico con surtido de tetas y semen, y más dramones afectados ambientados en la manoseadísima Guerra Civil. Nada de lanzarse a crear buenas películas de género, a apostar con valentía por películas históricas y recreaciones épicas de nuestra historia antigua. Lógico, con un sistema viciado desde sus cimientos, con un público amodorrado y acostumbrado a pasar del cine español, y con un permanente lloriqueo sobre lo malo que es Hollywood y cómo sus películas empañan y ensombrecen nuestras veinte obras maestras anuales. Y lo peor es que la cosa no tiene visos de mejora, ahora con la crisis, peor todavía. Y me carcajeo de gusto cuando alguien menciona algo de que nuestros políticos o el Gobierno podrían meter mano a arreglar las cosas. Casi es mejor que sigan con sus asuntos, sus trajes y sus mezquindades de toda la vida, y que no se metan a arreglar nada.

Espero y deseo que Amenábar siga haciendo cine. No es mi director favorito, pero le considero casi un colega, puesto que estudió la carrera que estoy estudiando yo (y no la terminó, lo cual me explica muchas cosas), y ojalá hubiera veinte más con su talento, su disposición a hacer buenas películas en géneros distintos, incluso a atreverse con reconstrucciones históricas a escala hollywoodiense. Es probable que, haga lo que haga, las críticas de un sector siempre continúen contra él, le hagan vídeos cómicos graciosos mofándose de él, y le digan de todo. Yo en su lugar, me largaba a vivir a EE.UU., a Francia, a Inglaterra... a cualquier otro lugar donde pudiera hacer tranquilamente mi cine, y solamente volver a este país de envidias e ignorancia para veranear en la playa por todo el morro y brindar con mi mojito en la mano a la memoria de la Ministra de In-Cultura.