miércoles, 9 de septiembre de 2009

EL CICLISMO

En el ciclismo, los casos como los de Javier Otxoa se dan de cuando en cuando, desgraciadamente. Javier Otxoa es este ciclista que veis en la foto, justo en la cúspide de la gloria. Corría el mes de julio del año 2000, y el Tour de Francia afrontaba su primera etapa seria de montaña, con final en Hautacam. Fue un día lluvioso, con frío, y los favoritos de aquel año, como Armstrong, Ullrich, Pantani, Olano o Beloki, se conjuraron para asestar el primer golpe a la carrera. Y antes de comenzar la subida al puerto final, el que saltó del pelotón y se escapó en solitario fue un desconocido ciclista, del equipo Kelme-Costa Blanca, que comenzó a abrir hueco y se dirigió, como una flecha y en medio de la lluvia y el frío, hacia la meta. Detrás, el imbatible Lance Armstrong (que iba a por su segundo Tour) se lanzaba hacia las rampas del puerto, dejando a todos los demás atrás, y teniendo únicamente al desconocido Javier Otxoa por delante. Aquel día. David ganó a Goliath, y Otxoa saltó a la fama y tocó la gloria tras ganar la etapa, una de las más duras de toda la carrera, por delante del mismo Armstrong. Yo lo vi en la tele, y fue épico y emocionante como pocas veces.


6 meses después, Javier entrenaba en Málaga con su hermano Ricardo. Iban por el arcén de la carretera, empezando a preparar la siguiente temporada. De repente, un coche les arrolló a los dos. Ricardo murió en el acto, y Javier, por las heridas y los golpes, cayó en coma profundo. Milagrosamente, consiguió salir del mismo, aunque con severas consecuencias cerebrales irreversibles. Nunca pudo volver al ciclismo profesional, pero, con el mismo pundonor y ganas que le hicieron ganar en el Tour, consiguió volver a subirse a una bicicleta y entrar en el equipo paralímpico español, con el que ha conseguido algunas medallas en los Juegos Paralímpicos.


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Con esta historia, quiero resumir mi amor por el ciclismo. El ciclismo es un deporte diferente. Diferente a casi todos los demás. No ofrece, quizá, el espectáculo circense que otros deportes, como el fútbol o el baloncesto, sí hacen, pero es ahí donde reside su encanto. Constancia, paciencia, sufrimiento, coraje, solidaridad... no suelen ser adjetivos habituales en el deporte, pero sí que lo son en el ciclismo. Hoy en día, quizá no goce de la mejor salud posible, pero nunca morirá. Sí, hablo del famoso dopaje, que tanto daño ha hecho a este deporte. Es muy fácil decir lo que muchos desinformados y charlatanes sueltan, aquello de que "todos los ciclistas se dopan", que cualquier ciclista más fuerte que los demás lo es "porque se dopa", etc, etc. No es este el momento ni el lugar para hablar de ello (el que esté interesado en el asunto, que contacte conmigo XD), pero sí que tengo que decir que durante varios años, en España se han juntado varios factores y gente (médicos, directores de equipo, algunos ciclistas...) que durante unos años han sumido al ciclismo en una serie de escándalos innumerables. A día de hoy, la situación se ha tranquilizado un poco, aunque el tema aún da algún que otro coletazo.


El ciclismo tiene ídolos y reyes, pero no en el sentido del fútbol, por ejemplo. Aquí no hay contratos multimillonarios, ríos de dinero fluyendo. Es un deporte de constancia, del día a día, de exponerse al sol, el viento, la lluvia, la nieve, el frío y el calor, en entrenamientos en grupo, carreras, premios... Por no hablar de las inevitables caídas, que a todo ciclista llega tarde o temprano, y que suelen provocar fracturas y heridas que pueden tumbar una temporada entera. El ciclismo son desfallecimientos encima de la bici, subiendo a un puerto durísimo. Es la épica de ver como dos grandes ciclistas se retan entre sí, se ponen a prueba, luchan hasta que uno de los dos caiga. Es cálculo, frialdad, estrategias... saber cuándo atacar, cuando no hacerlo, qué aliados escoger en el pelotón, qué enemigos señalar con el dedo. Decir ciclismo es decir nombres como Bahamontes, Anquetil, Julio Jiménez, Bobet, Ocaña, Merckx, Poulidor, Coppi, Hinault, Pedro Delgado, Fignon, Lejarreta, Chiappucci, Induráin, Pantani, Rominger, Ullrich, Olano, Armstrong, Heras, Escartín, Zülle, Jalabert, Jiménez, Beloki, Sastre, Pereiro, Contador... Es recordar puertos y montañas infernales, como el Mortirolo, el Mont Ventoux, el Galibier, el Gavia, el Angliru, el Tourmalet, l'Alpe d'Huez, Sierra Nevada, Luz Ardiden, Joux Plane, Izoard, el col d'Aspet, la Croix de Fer... nombres que ponen los pelos de punta a muchos ciclistas, y que a los aficionados al ciclismo nos suena a épica, a leyenda, a historia. A aventura, en definitiva. Quizá se trate de eso, del heroísmo y la magia hecha deporte, de sensaciones que quizá no se encuentren en ningún otro deporte.


Precisamente por todo eso, el ciclismo jamás morirá. Si ocurriera, el deporte en general quedaría desangrado, y la vida, aun más grisácea.